Paciente

En 1951, Wanda Błeńska llegó a Buluba, junto al lago Victoria, en Uganda, al centro para los leprosos, donde trabajó 40 años como médico y misionera laica. Durante muchos años fue el único médico en los alrededores, teniendo a su cargo a miles de pacientes leprosos. Las condiciones de trabajo al principio eran penosas. Llevó ese centro a un alto nivel terapéutico y de atención a los pacientes. Dio vida a un centro de instrucción de asistentes médicos en el ámbito del diagnóstico y curación de la lepra (hoy este centro lleva su nombre). Llegó a ser uno de los más importantes especialistas en la curación de la lepra en el mundo entero. Además de por su competencia profesional, se ganó el corazón de los ugandeses por su actitud ante los enfermos. Le llamaban la Madre de los Leprosos. Gracias a su trabajo ayudó a superar el miedo ante los leprosos. Emprendió muchas acciones para devolverles el sentido de su dignidad. Los exploraba sin guantes, porque no quería que pensaran que les tiene asco. Se los ponía sólo cuando la herida estaba abierta o cuando operaba. Después de años, recordaba:

  • «Acostumbraba a mis pacientes a esta enfermedad, para que su miedo con el tiempo fuera menor. Como en toda enfermedad, también hay que hacerse a la lepra. Estos enfermos son pobres. Siempre hay muchas personas que, queriendo o no, les dan a entender que les tienen miedo. A veces se crea un ambiente de miedo, porque el miedo se comunica. Pero yo siempre repetía a todos: «Miradme, ¿tengo deformados los dedos o no?». Cumplía las normas higiénicas habituales”. Si exploraba algún paciente, después me lavaba las manos. Y me lavaba las manos so sólo después de explorar a algún leproso, sino después de cada enfermo, para que todos vieran que esto pertenece al ritual del médico».
  • «Los pacientes ven, sienten, que hay alguien que los comprende, que se compadece de ellos. Esto para ellos es muy importante. Todas estas personas están afectadas por el dolor. Esperan que se les alivie».
  • «Si se quiere ser buen médico, hay que querer a sus enfermos. Esto significa darles el propio tiempo, cuidado, mejorar la propia formación. Hay que poner mucho amor en esto… Sí, esto es lo más importante, la relación con el paciente. Y en todas partes debería ser la misma, porque en todas partes el hombre que sufre se cura más rápidamente si confía en el médico».

«En sus pacientes no veía únicamente una enfermedad que hay que curar, sino que veía a todo el hombre, con su sufrimiento, su sensibilidad interior y su medio ambiente familiar y social. Entendía los problemas con los que se enfrenta el enfermo e intentaba ayudarles en todos esos campos. Su trabajo no sólo abarcaba la curación de la lepra como enfermedad infecciosa, sino también la rehabilitación, las operaciones para corregir el aspecto y condición de los enfermos, e incluso el influjo en el medio ambiente del enfermo» (doctor Norbert Rehlis, especialista en Medicina tropical y salud internacional, cofundador de la Fundación de Ayuda Humanitaria Redemptoris Missio).